lunes, 21 de julio de 2014
LA MOLÉCULA DE HEMOGLOBINA
julio 21, 2014
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¿QUÉ podría ser más natural que respirar? La mayoría de nosotros nunca nos paramos a pensar en ello. Sin embargo, la respiración no podría mantenernos vivos si no fuera por la molécula de hemoglobina, una compleja obra maestra diseñada por nuestro Creador. Cada uno de los treinta billones de eritrocitos, o glóbulos rojos, de nuestro organismo contiene en su interior hemoglobina que transporta oxígeno de los pulmones a todos los tejidos del cuerpo. Sin hemoglobina, moriríamos casi instantáneamente ¿Cómo se las arreglan las moléculas de hemoglobina para recoger diminutas moléculas de oxígeno, retenerlas de forma segura y luego liberarlas, todo en el momento adecuado? Dicho proceso es el resultado de varias proezas de ingeniería molecular.
Podríamos asemejar las moléculas de hemoglobina a taxis de
cuatro puertas, con asientos solo para cuatro “pasajeros”. Estos taxis no
necesitan conductor, pues son transportados por millones en el interior de cada
eritrocito.
Nuestro viaje comienza cuando los eritrocitos llegan a los
alvéolos de los pulmones, es decir, al “aeropuerto”. Cuando inhalamos, multitud
de minúsculas moléculas de oxígeno recién llegadas comienzan a buscar
transporte y en seguida se introducen en los eritrocitos. A pesar de que los
taxis de hemoglobina tienen las puertas cerradas, una decidida molécula de
oxígeno no tarda en hacerse sitio entre la bulliciosa multitud y ocupar uno de
los asientos.
Entonces sucede algo
muy interesante. Con la entrada del primer pasajero, la molécula de hemoglobina
empieza a cambiar de forma y sus cuatro “puertas” se abren automáticamente, lo
que permite al resto subir a bordo con más facilidad. Este proceso, llamado
cooperatividad, es tan eficaz que, en el tiempo que dura una sola inspiración,
se ocupan el 95% de los “asientos” de todos los taxis de un eritrocito. Los más
de doscientos cincuenta millones de moléculas de hemoglobina que hay en un solo
eritrocito pueden transportar en conjunto unos mil millones de moléculas de
oxígeno. En poco tiempo, los eritrocitos que transportan los taxis parten a
entregar su valioso suministro de oxígeno a los tejidos que lo necesitan. Pero
cabe preguntar: ¿qué impide que los átomos de la molécula de oxígeno abandonen
el interior de la hemoglobina antes de tiempo?
La respuesta es que en
el interior de cada molécula de hemoglobina, las moléculas de oxígeno se unen a
unos átomos de hierro que las estaban esperando. Ahora bien, cuando el hierro
se une al oxígeno presente en el agua, por lo general se forma óxido de hierro,
y cuando el hierro se oxida, el oxígeno queda encerrado permanentemente en un
cristal. Así es que, ¿cómo se las arregla la molécula de hemoglobina para unir
o separar el hierro y el oxígeno sin generar óxido en un medio acuoso como el
del eritrocito?
Fijémonos
en la estructura de la molécula de hemoglobina. Está compuesta de unos diez mil
átomos de hidrógeno, carbono, nitrógeno, azufre y oxígeno ensamblados
cuidadosamente al rededor de solo cuatro átomos de hierro. ¿Por qué necesitan
tanto apoyo los cuatro átomos de hierro?
En
primer lugar, los cuatro átomos de hierro tienen carga eléctrica y hay que
controlarlos bien. Estos átomos, llamados iones, podrían causar mucho daño en
el interior de los eritrocitos si circularan libremente. Por eso, cada uno está
rodeado por una rígida lámina protectora que lo sujeta. En segundo lugar, las
cuatro láminas están encajadas con precisión en la molécula de hemoglobina, de
modo que las moléculas de oxígeno lleguen hasta los iones de hierro, pero las
de agua no puedan llegar. Y sin agua, no se pueden formar cristales de óxido.
El hierro de la molécula de hemoglobina no se
puede ligar o desligar del oxígeno por sí solo. Por otra parte, sin los cuatro
iones de hierro, el resto de la molécula de hemoglobina sería inútil. Solo
cuando estos iones están perfectamente encajados, la hemoglobina puede
transportar oxígeno a través del torrente sanguíneo.
A
medida que los eritrocitos abandonan las arterias y penetran en los minúsculos
capilares que llegan alfondo de los tejidos, cambia el entorno que los rodea.
Ahora el entorno es más templado que el de los pulmones, contiene menos oxígeno
y es más ácido debido a la presencia de anhídrido carbónico. Todo ello indica a
las moléculas de hemoglobina, o taxis, en el interior del eritrocito, que es el
momento de liberar a sus importantes pasajeros, las moléculas de oxígeno.
La molécula de hemoglobina vuelve a cambiar de
forma cuando las moléculas de oxígeno la abandonan. Cambia lo justo para
“cerrar las puertas” y dejar al oxígeno fuera, donde es más necesario. Tener
las puertas cerradas también impide que la hemoglobina transporte oxígeno
perdido de regreso a los pulmones. En vez de eso, recoge rápidamente anhídrido
carbónico para el viaje de vuelta.
En
poco tiempo, los eritrocitos sin oxígeno están otra vez en los pulmones, donde
la hemoglobina liberará el anhídrido carbónico y volverá a recoger el oxígeno
vital, un proceso que se repetirá miles de veces durante los ciento veinte días
de vida media de un eritrocito.
La
hemoglobina es a todas luces una molécula prodigiosa. Tal como se afirmaba al
principio de este artículo, se trata de “una molécula gigante y de gran
complejidad”.
En
muchos lugares es común llamar sangre pobre en hierro a lo que en realidad es
sangre con una concentración baja de hemoglobina. Sin los cuatro átomos
esenciales de hierro que hay en la molécula de hemoglobina, sus otros diez mil
átomos resultarían inútiles. Por eso, es importante obtener suficiente hierro
mediante una dieta saludable. En la tabla adjunta se indican varios alimentos
que son una buena fuente de hierro.
Además de ingerir alimentos ricos en hierro,
con viene seguir las siguientes recomendaciones. 1) Realizar ejercicio
apropiado con regularidad. 2) No fumar. 3) Evitar convertirse en fumador
pasivo. ¿Por qué resulta tan nocivo el humo del tabaco?
La
razón es que está saturado de monóxido de carbono, el mismo gas tóxico que
emiten los tubos de escape de los automóviles. El monóxido de carbono causa
muertes accidentales, y algunas personas lo inhalan para suicidarse. Este gas
se liga a los átomos de hierro presentes en la hemoglobina unas doscientas
veces más rápido que el oxígeno. Como el humo del tabaco reduce de forma
drástica el aporte de oxígeno, la persona no tarda en verse afectada.
¿Te gustaría vivir en una vivienda móvil?... Las yurtas son para ti
julio 21, 2014
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¿QUÉ es blando y redondo, y se mantiene caliente en invierno y fresco en
verano? Los pueblos nómadas de algunas zonas de Asia central responderían sin
dudar: una yurta. Tiempo atrás, era habitual ver estas moradas tradicionales
desde las estepas de Mongolia y Kazajistán hasta las montañas y valles de
Kirguistán.
La yurta es una estructura redonda, similar a una tienda de campaña, de
cuyas paredes cuelgan esteras vegetales decorativas. Capas de fieltro de lana
de oveja forman su cubierta exterior. Estas tiendas son ligeras y fáciles de
montar, pero a la vez resultan resistentes y acogedoras durante los veranos
calurosos y los fríos inviernos. Los kirguís la llaman casa gris, los kazajos,
casa de fieltro, y los mongoles, ger, que significa “hogar”.
Las yurtas son de color marrón grisáceo o blanco brillante, dependiendo
de la lana utilizada. Los kirguís y los kazajos suelen decorarlas con motivos
tradicionales de brillantes colores que representan un cuerno de carnero. En el
pasado, las hermosas mantas y las alfombras de fieltro para el suelo eran un
indicador de la riqueza y el prestigio de la familia.
Una pieza clave de la yurta es el
anillo central, o rueda, al que se conectan todas las pértigas del techo. Este
anillo resistente y pesado confiere estabilidad a la estructura y permite la
ventilación. Sobré él se coloca una cubierta de fieltro que puede abrirse o
cerrarse según las condiciones del tiempo. En las noches despejadas, las
familias la retiran y contemplan el cielo estrellado a través de la abertura.
Ideales para la vida nómada
En ciertas áreas rurales de países como Kazajistán, Kirguistán y
Mongolia todavía perdura el nomadismo. En su libro Yurts—Livingin the Round (La
vida en el círculo de una yurta), Becky Kemery explica que en Mongolia siguen
trasladando las yurtas en camellos: “El peso del armazón se distribuye
equitativamente a ambos lados del animal. El anillo central es lo último que se
carga, pues encaja a la perfección en la joroba. Un segundo camello lleva las
capas de fieltro. Cuando no hay camellos disponibles, los pastores transportan
sus yurtas en carretas tiradas por yaks o caballos, o bien las llevan a su
nuevo destino en un camión ruso”.
Las yurtas mongolas emplean pértigas rígidas y techos menos inclinados;
eso facilita que las estructuras soporten el azote de los fuertes vientos y los
rayos que caen en las llanuras abiertas. Las de Kirguistán y Kazajistán tienen
una apariencia más cónica y redondeada. Por lo general, la entrada de una yurta
está orientada hacia el Sol para permitir que penetre la luz. En el interior se
disponen frente a la entrada coloridas alfombras y mantas de fieltro dobladas y
apiladas en arcones de madera. La costumbre es que un invitado importante o el
patriarca de la familia se siente delante de esta vistosa decoración.
El lado derecho de la yurta es el reservado para las mujeres. Todos los
utensilios de cocina, limpieza, costura y elaboración de fieltros se mantienen
allí. El otro lado es para los hombres y es donde se colocan las sillas de
montar, fustas y otros utensilios para la caza y para el cuidado de los
animales.
La yurta sobrevive a los cambios políticos
La vida de los nómadas sufrió un
cambio radical tras la Revolución comunista de 1917. Los rusos construyeron
escuelas, hospitales y carreteras por toda Asia central, introduciendo una
forma de vida más sedentaria.
Con el tiempo, muchos pueblos autóctonos abandonaron el nomadismo para
establecerse en centros urbanos. Pero algunos pastores que crían ovejas, vacas
y caballos en grandes granjas colectivas aún utilizan las yurtas durante los
meses de verano.
“Cuando era adolescente—recuerda
Maksat, un kirguís que ahora ronda los 40 años—, ayudaba a mi padre a cuidar el
rebaño que tenía a su cargo. En el mes de julio, cuando la nieve se había
derretido y los pasos quedaban abiertos, llevábamos a los animales hasta los
pastos de alta montaña.
“Allí montábamos nuestra yurta al lado de algún arroyo, donde teníamos
agua suficiente para cocinar y lavar. Y nos quedábamos hasta que el tiempo se
volvía frío a principios de octubre.” Puede decirse que la yurta todavía tiene
un hueco en las sociedades modernas.
Las yurtas modernas
En lugares como Kirguistán es común ver yurtas a lo largo de la
carretera que albergan tiendas o cafeterías donde los visitantes saborean la
cocina local. También se pueden hacer una idea de cómo es la vida tradicional
kirguís pasando la noche en una yurta en las montañas de Kirguistán o junto a
las cristalinas aguas del lago Issyk-Kul.
La yurta también está presente en algunas tradiciones funerarias de Asia
central. Maksat explica: “En Kirguistán se coloca al muerto dentro de una
yurta, a donde familiares y amigos acuden a llorar la pérdida de su ser
querido”.
En los últimos años han empezado a verse yurtas modernas en países
occidentales. Hay quienes aseguran que son más prácticas y menos agresivas con
el medio ambiente. Ahora bien, la mayoría son bastante diferentes de las usadas
en el pasado, pues se fabrican con materiales de alta tecnología, con la
intención de que sean estructuras más permanentes.
A un que no se pueden precisar sus orígenes, el valor de la yurta es
indudable. Sigue ligada a los pueblos nómadas de Asia central como un vivo
testimonio del ingenio de estas gentes fuertes y adaptables.
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