sábado, 10 de mayo de 2014

¿Soy infiel?

La infidelidad es la actividad de reciprocidad afectiva y amorosa, externa al compromiso de una pareja; una ruptura de la exclusividad que se inicia en lo emocional y puede llegar a dar implicaciones sexuales. El evento de infidelidad debe tener como principal componente el ocultamiento de la relación paralela, con base en un engaño sostenido en mentiras y la construcción de una doble actividad de pareja, procurando evitar siempre que se conozca la verdad. Diversas teorías, en su mayoría psicológicas, tratan de explicar el proceso de infidelidad como un evento de inmadurez personal, falta de principios morales o de desadaptación social. Contrario a lo que comúnmente se discute, en esta lectura, basada en investigaciones recientes en el campo de las Neurociencias y la Medicina, se propone que el proceso de la infidelidad tiene antecedentes más profundos que acompañan a las explicaciones psicológicas. Es decir: la infidelidad tiene bases neurológicas, hormonales y genéticas; aunado a esto, es importante mencionar que el proceso de infidelidad llega a ser distinto en el hombre y la mujer.

Bases Psicológicas

La forma en la que expresamos el amor y la experiencia de perderlo se aprende en la primera etapa de la infancia y se consolida en la adolescencia. La familia es premisa importante de nuestro comportamiento adulto y en la interacción social, de los procesos afectivos. Los antecedentes más comunes de un infiel son historias de familias disfuncionales, de sobreprotección, o de la enseñanza pobre de valores personales e inconsistencia de los padres para reforzar conductas positivas. Asimismo, la aparición de segregación, aislamiento, vacio, inestabilidad, predisponen la conducta infiel.
En México, el proceso social-psicológico de la infidelidad tiene connotaciones de copiado de la conducta: padre infiel, hijo infiel. Como adultos, emergen tres factores que predisponen a la infidelidad:
1) La monotonía en la relación
2) Una vida sexual deficiente
3) La desensibilización de las experiencias afectivas, es decir, pérdida inconsciente de la motivación amorosa.

Bases neuronales

La infidelidad tiene procesamientos profundos en la forma en que el cerebro construye los pensamientos y mide las consecuencias de nuestros actos. Para nuestro cerebro no tiene el mismo resultado ser infiel en la adolescencia, comparado con la experiencia que se tiene después de los 30 años. Las motivaciones son distintas. Ser infiel necesita de dos aspectos básicos: motivación de la conducta y recompensa neuronal de los hechos. Anatómicamente, una explicación de la infidelidad de esos dos aspectos es la siguiente: la corteza cerebral, en especial la que se encuentra en la región frontal, por arriba de nuestros ojos, es la región inteligente de los humanos; en ella radican los frenos y la madurez social e intelectual. Diversas estructuras y núcleos del cerebro que se encuentran por debajo de la corteza son los motivadores de nuestras actitudes y conductas. Las estructuras como el hipotálamo, que se conecta con la amígdala, el hipocampo y los ganglios basales son la base de los recuerdos y las emociones. Cuando estas estructuras se conectan en forma dinámica, constituyen el sistema límbico, responsable también del deseo, enojo y la ira. De ahí que los núcleos del
cerebro con los que nos enamoramos sean los mismos que expresan el odio y los celos. Las primeras sensaciones de la atracción por otra persona se analizan y se guardan en el sistema límbico. La infidelidad radica en una disminución dinámica en la corteza frontal y un incremento de la actividad de estructuras límbicas. El infiel inicia siendo ilógico e incongruente, irracional y ávido de una nueva experiencia que sea hedónica y fortalecedora de su autoestima. El sistema límbico le gana a la corteza frontal. Es entonces cuando neurológicamente el individuo se encuentra a expensas del evento. Conseguirlo traerá en el futuro conductas de reforzamiento que motiven a seguir manteniendo la experiencia emotiva gratificante. De lo contrario, se desatará una experiencia adversa, de enojo y frustración que puede desembocar en ira y violencia. Individuos con inmadurez o daño de la corteza frontal tiene conductas carentes de remordimientos, son más emotivos e impulsivos.

Bases hormonales

En el cerebro del infiel, la dopamina es el neurotransmisor del proceso afectivo; esta sustancia inhibe a la corteza frontal y activa el sistema límbico. Es la dopamina la que disminuye la parte inteligente del cerebro, lo pone feliz, al mismo tiempo que le reduce los frenos, la lógica y la congruencia. Gradualmente, aparecen otras sustancias: la oxitocina, hormona del apego, que se asocia con la noradrenalina, involucrada en el incremento de la actividad adictiva y la serotonina, sustentadora de los procesos afectivos. Los opioides y las endorfinas favorecen el efecto placentero.
La testosterona, responsable del apetito sexual, al igual que otras hormonas, incrementan en el cuerpo del infiel: la vasopresina, que predispone a los celos; la anandamida, reduce los procesos de atención; el óxido nítrico, incrementa la activación neuronal; las encefalinas y factores de crecimiento, permiten formación de nuevos contactos neuronales. Este conjunto de sustancias químicas explican por qué el proceso es transitorio. Es decir, en el cerebro infiel aparecen sustancias neuroquímicas sobre las cuales el control es imposible; son ellas las que dominan y condicionan, pero tienen un factor importante: no son duraderas. Por eso, si la conducta no se refuerza, se pierde. El cerebro nuevamente buscará a otra persona para enamorarse. El proceso infiel, en su intensidad afectiva, no dura más de 3 años.

Bases genéticas

La genética nos muestra que si expresamos el gen RS334 tendremos un incremento de la hormona vasopresina en nuestro cuerpo, lo que se asocia a una mayor probabilidad de ser celosos e infieles. Es decir, la misma hormona que nos hace celosos, nos predispone a la conducta de infidelidad.
Finalmente, la conexión de las neuronas es más abundante y rápida en el cerebro de las mujeres. Los hallazgos recientes indican que las mujeres tienen en el cerebro más grande del área de emisión y entendimiento del lenguaje. El cerebro femenino tiene una mayor conexión entre ambos hemisferios: las fibras que conectan el cerebro derecho con el izquierdo es un 30% más grande. Es decir, la mujer puede pensar con dos hemisferios en forma más exitosa y rápida comparada con el cerebro masculino. La intensidad e intencionalidad puede llegar a ser distinta en ambos sexos. Así, mientras el hombre es infiel predominantemente con un hemisferio cerebral, más visual y procesador de la información en forma lenta y superficial, el cerebro de la mujer es más rápido, eficiente e intenso para elegir a una pareja; la infidelidad femenina es más inteligente. Investigaciones antropológicas/sociales muestran que la infidelidad de la mujer está asociada a la intención de una mejor relación, de construcciones afectivas. La del hombre es superficial, más sexual y transitoria.
La infidelidad no se explica por una causa, es necesario hacer notar que llega a ser consecuencia de varios factores; resulta complicado conciliar a cada persona o situación un sustento suficiente que explique el origen. Cada individuo tiene el sustrato fisiológico para memorizar, expresar y sentir, pero tiene una historia personal distinta, fundamentada en experiencias únicas. Cada persona aprende de forma distinta el amor y lo manifiesta con base en sus experiencias. La infidelidad es un proceso que no puede ser analizado superficialmente, debe entenderse como un fenómeno multifactorial, cuyo actor principal es: el cerebro.
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